Comenzamos una serie de entrevistas con voluntarios que trabajan para los diferentres equipos dentro del proyecto iLIVE para conocer más acerca de sus pensamientos y experiencias. También queremos saber cómo el programa de voluntariado de iLIVE puede dar forma a los tratamientos de final de vida en los hospitales. Empezamos esta serie con Mercedes Vega, voluntaria de la Fundación Cudeca en España, donde ha trabajado durante ocho años.
¿Cómo fueron tus inicios en voluntariado en Cudeca?
Pasé una entrevista con Inma, que es la que llevaba la unidad y ella fue la que me indicó que mi perfil era perfecto para la unidad de ingresos. Entonces empecé como empiezan todos los voluntarios: con más energía y más ganas que consciencia. Empecé con miedos, a meter la pata, a qué me encontraría. Pero también muy apoyada por la Fundación y por el departamento. Me sentí muy dirigida y apoyada.
¿Cuál crees que era ese perfil perfecto que tenías?
No lo sé. Yo sí tenía un bagage de hospital en un voluntariado de oncología infantil, durante varios años. Y luego estuve varios años en el Teléfono de la Esperanza, para lo cual me preparé durante tres años. La empatía en la escucha, estar dentro de un hospital, conocer los límites frente a los sanitarios y la convivencia con ellos en el día a día de un hospital... imagino que esos eran los puntos que me distinguían.
Estuve 7 años de voluntaría en oncología infantil y cinco en el teléfono de la esperanza, contando el periodo de formación.
¿Qué te aporta el voluntariado? ¿Qué has aprendido?
Yo sigo aprendiendo, seguimos caminando de la mano. Me ha modelado como persona. Lo que más te enseña de la vida es estar cerca de la muerte. No solo del enfermo, también de los familiares y las situaciones que se dan ante el final de la vida. Si es importante estar en el nacimiento y la gestación de una persona, es igual de importante estar en el final. Es bonito estar acompañándolo, es verdad que hay mucho sufrimiento, pero uno lo sujeta. No hay nada como estar cerca del final para aprender mucho del camino. Yo aprendo mucho de la vida y de cómo afrontar el sufrimiento, de afrontar los pequeños avatares de la vida que muchas veces no son tan grandes como los hacemos. Poerque cuando uno está cerca de una persona que está en el tramo final, u reflexión de vida te enseña muchísimo y te recoloca el puzzle de lo que tienes en la tuya.
A mí la visita a Cudeca me coloca los pies en el suelo para afrontar muchas cosas que relativizo y veo de otra forma. Y eso me lo enseñan los pacientes y los familiares y los compañeros sanitarios. Todos aprendemos en este proceso por el que al final todos vamos a pasar. Si hay algo cierto en esta vida es que en algún momento va a terminar.
Y cómo nos acercamos a ese final. Yo siempre digo que hay tantas maneras de morir como maneras de vivir. Siempre imagino cómo me acercaré yo a ese final y no lo sé, no lo tengo claro. Hay gente que dice que no tiene miedo a la muerte, pero lo dicen desde estar sanos, cuando el final esté cerca que vengan y me lo cuenten.
¿Qué te ha impactado más en estos años?
El sufrimiento siempre impacta. A mí cuando me dicen yo siempre digo que todas las historias tienen su sufrimiento, y tanto respeto merecen unos como otros. De lo que más me ha impactado y he aprendido es la forma de vida. Uno se acerca a marcharse como ha vivido. Las personas más sencillas son las que te dan una lección al final más fuerte.
Nosotros atendemos a personas mayores que han sufrido mucho, que han pasado hambre, frío, han trabajado en cosas desagradables y te cuentan toda su vida tan dura y se acercan al final con la misma aceptación con la que han vivido esa vida. Eso impacta. También impacta cuando una persona no se quiere marchar y lucha por no marcharse. Eso duele. Esas miradas vacías que no te dicen nada y te lo dicen todo. Cuando una persona te verbaliza miedo, lo dejas en el informe, pero con las miradas no puedes.
Impactan las dos cosas, las personas que no se quieren marchar y que sufren y las personas que amorosamente aceptan que se tienen que marchar y dejan mucho amor aquí. Eso da una lección que te llena.
En relación con iLIVE, ¿cómo es tu labor en el Hospital Marítimo?
Está siendo muy interesante. El llevar el acompañamiento paliativo de estilo cudeca a un hospital público pues es complejo. Pero estoy muy ilusionada. Es una cosa muy necesaria. Estamos abriendo una brecha muy importante. En una habitación del Marítimo hay mucho dolor, porque están muy cansados y es otra forma de cuidar y te vuelcan todo. Para nosotros es costoso, tiene un coste elevado emocional y físico, pero es muy gratificante porque ves que es algo que se puede hacer y que se debe hacer. Necesitan a alguien formado que esté preparado para aliviar ese dolor y acompañarles. Eso es muy necesario en un hospital público. Y aunque es algo complejo, porque estamos abriendo una brecha donde no la había. Estamos aprendiendo todos de todos, nosostros del hospital público y el hospital`público de nosotros. Es algo que va a llevar en puerto y que en mi humilde opinión es muy importante. Hay que echarle ganas, que las tenemos. Ganas e ilusión.
¿Qué aporta un programa de voluntariado como el de iLIVE para las personas enfermas y sus familiares?
En el tema de los familiares se quedan impactados porque normalmente el que entra es el sanitario, con bata blanca, el profesional que va con menos tiempo. Nosotros entramos relajados, preguntando qué necesitan y se desmoronan y te cuentan lo que les agobia en esos momentos, te cuentan cosas que no se las van a contar a un sanitario. Y yo no las puedo solucionar, pero sí podemos hablar juntos y que se sientan escuchados.
Y con el paciente igual, podemos hablar de cómo se sienten, de qué necesitan, si están comiendo bien o están pudiendo descansar. Y hay veces que te cuentan cosas que no se las cuentan a los hijos para no hacerlos sufrir pero que necesitan contarlas.
Eso no existe en un hospital público, que entren sin bata, sin prisa, para hacer lo que tengamos que hacer. Hablar con un familiar tranquilamente para que pueda desahogarse. El agotamiento emocional es muy duro. Aunque está el psicólogo les damos ese espacio para hablar con tranquilidad y confianza.
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Ser voluntario es crecer como persona, regalar al universo y a las personas que te rodean ese amor y ese tiempo que puedes ofrecer y que a cambio vas a recibir mucho. En el caso de Cudeca la formación que recibimos nos hace crecer como personas y entras en contacto con personas "escogidas" como tú, con las que vas a compartir experiencias que te van a hacer crecer como persona.
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